Night Hunter
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Mensaje por Heins VanDjik Lun Sep 03, 2012 11:29 am

Heins VanDjik escribió:Nombre Real: Heins VanDjik
Nombre Vampírico: Janus
Clan: Tzimisce
Generación: 11º
Edad real: 212
Edad aparente: 55 (?)
Naturaleza: Masoquista
Conducta: Científica
Refugio: Bunker bajo tierra, donde están sus laboratorios de clonación. Mantiene la misma afrquitectura que el Bunker donde pasó sus últimos días de vida Hitler.

Descripción física: Janus es un tipo de 1,80 mts. completamente desprovisto de bello corporal, de un cuerpo delgado, pero no atlético. Su ojo izquierdo es de un color celeste intenso, mientas su ojo derecho es de un verde azulado muy débil que deja entre ver una mutación genética importante. posee un tatuaje de la svastica nazi en el pecho a la altura del corazón, y un gran tatuaje del Águila de Hierro en la espalda, hecho por medio de hierros al rojo vivo y a tinta. En la espalda, también posee un mecanismo de fierros con los cuáles se cuelga para entrar en meditación y entender el dolor como método de transfiguración contra la bestia, pues para él, la bestia significa la ignorancia, el grado superior de degradación mental. De una piel clara y de dientes afilados como pequeños puñales, un centenar de tatuajes y piercings tanto en la cara como el cuerpo lo definen como un tipo raro y que la gente trata de evitar.

Trasfondos:
Generacion: oooo
Recursos: oooo
Influencia (Sanidad): oo

Disciplinas: Vicisitud 4, Auspex y Animalismo 3.

Meritos: Invinculable, Voluntad de Hierro, Resistencia Mágica
Defectos: Odiado, Exclusión de Presa (Latinos, Negros y Gitanos), Eurotofobia (miedo al genital femenino, posee una fijación con el hecho de que las "hembras" puedan procrear, pero odia/teme al genital femenino, pues está convencido de que sus ideas de clonación puede mejorar a la débil cáscara humana)

Pertenencias: Gran Bunker-Laboratorio. No posee armas, pero si buenos trajes, aunque prefiere la ropa comoda antes de los ternos.tambien una buena biblioteca, libros de su tiempo y colecciona libros de historia, novelas y todo tipo de cosas que competa al tercer Reich. nunca anda con mucho dinero pero si dos auto negros Lincoln del 60 y su chofer correspondiente. Sobre el Bunker una casona esconde la realidad de metal.
Reloj, lentes redondos, cigarrillos y sus botas de cuero original judío.

Quimera de Arcilla

“¿Donde has estado todo este tiempo, parásito?
Preguntó aquél que el Dragón tocó su maldiga carne
Dime donde quedo aquél que juro a su propia sangre y carne
Que su cuerpo no tendría ya las raíces de la humanidad enterradas al suelo”

Con el lamento quebrado en su boca
Y con la culpa mas allá de su conciencia miró a su alrededor
Donde la muerte había puesto su pesado velo
Y el olvido dejaba pisadas de sangre secas
Solo, ahí el nuevo chiquillo escuchaba.

“Renace como un pequeño huevo del Rey Dragón
Muere y vive por el cambio
Cambia y renace nuevamente cada día
Que cada noche es diferente, sé como la noche, chiquillo
Donde los demonios se esconden en las sombras
Y recitan al infierno su lealtad

La rodilla del chiquillo tembló con la sed de erguirse ante este Ser
Sus manos temblaron sangrantes sobre la carroña
Donde sus encías nacía una amalgama de sabores
Sabores que jugaban con su garganta
La sed cedía, cedía como el anciano ante la Muerte

¡Renace bastardo! ¡Se el Dragón!
Deja que tus alas mojadas se sequen por el calor de tu condena
¡Monstruo y mil veces monstruo!
¡Trágate mis ofensas, pues de ellas te alimentaras, malparido!
Ahora eres la Bestia, el Asesino y el Juez
Que la misma aberración de tu ser te de la espalda, pues ya no eres humano

“Muy dentro de si mismo,
La Bestia goza por el dolor del recipiente,
Ríe por la bestialidad del hijo del Más Anciano.
La Bestia conoce la debilidad de su contendiente
Y ni la espada ni la lanza es tan poderosa como para vencer aquella debilidad
Pues la armadura de la Bestia es Absoluta”

Se un Demonio, aliméntate y extiéndete como la malaria
Extirpa tus emociones
Los humanos aman, los Demonios empalan al amor
Los humanos se lamentan, El Demonio se regocija en el lamento:
Somos la bestialidad en su expresión máxima
Somos la carne muerta de la Lepra
Somos el llanto ahogado de la noche
Somos el silencio intranquilo antes de la batalla
Ellos son el niño desvalido en la Hoguera
Y nosotros…
¡Nosotros somos la Hoguera!

¿Y…?
¿Que dices?

Tan solo muéstrame el camino, Maestro…
Y lamió sus manos.

“Deja a eso tranquilo, niño…” Capítulo I

Siempre era lo mismo, “Deja tranquilo a ese gato”, “Basta de golpear a tus amigos”, “Deja de comerte las uñas”, “No juegues con fuego”, pues según mi madre era peligroso. Quizás solo me lo hubiera dicho cuando metí las manos a la chimenea tratando de ver como el plástico que conformaba a la muñeca de mi hermana se derretía.
Esta práctica no era para ver como el fuego la consumía ni para ver como mi hermana lloraba…o quizás algo. Sino para ver como su horrible cara se desfiguraba con el calor de esas llamas, de cómo ver esa perfección simétrica era devastada en pocos segundos y sin mover un solo dedo, el fuego hacía su trabajo solo. La consejera del colegio dijo que solo requería atención de mis padres ¡Ja!, su atención eran los golpes de mi padre ante su propio fracaso en el matrimonio. Mi madre lloraba, pero para mi solo era algo, quizás natural o simplemente estaba acostumbrado, no lo se, pero era gratificante ver como sus poderosas ganas de golpearme ante mis “errores de niño”, eran contrastadas por algo que ni siquiera la golpeaba, era algo sorprendente de ver. Mi padre siempre fue bueno para devastarla con simples actos y palabras, pero como un niño eso no era malo, quizás ellos eran los malos al golpearme.

Y mientras mi madre lloraba y se desmoronaba por los dichos de mi padre, mi padre se devastaba en las noches en el anestesiante y lujurioso sabor del alcohol, esa ebriedad tal de que los golpes y palabrotas pueden llevar a cosas inesperadas y completamente fugaces, destellos de arte como le llamo actualmente.
Cuando pequeño tuve una buena aptitud encontrando escondites donde poder escuchar esto y moldeé una buena cantidad de lenguaje algo salvaje para un niño pequeño, un niño de cuatro o cinco años.
Aparte mi sociabilidad era algo nula, gracias a la obra y gracia de mis padres. Mis sobrenombres eran conocidos en la misma escuela, el mutante, Nerd, espécimen, etc. mis años de “sufrimiento” habían mellado en mi carisma, y en el hacer mis quehaceres muy bien, pero los tiempos libres eran en los que mi familia lograba su “calor de hogar”, lo que llevo que cada vez que me molestaran o insultaran explotara en una zarandada de palabrotas, escupitajos y demás.

Recuerdo aquella vez que en que, por la ayuda de ese lenguaje, fui apaleado por un grupo de niños de mayor grado que el mío. Fue en 1976 recuerdo, estaba frío como de costumbre en Oslo y a la salida de mi pequeña escuela suburbial, un chico de 3º grado trato de robarme el dinero de mi merienda.

-Dame tu dinero, mutante- Dijo con tono burlón ante sus amigos, todo esto seguido de unas risotadas de todo niño que escucho el comentario.
Era de esperarse, un escupitajo en la cara sería poco perdonable por alguien, recuerdo correr y dejar caer todas mis coronas en la acera, pero ellos no paraban su carrera. Hasta que una zancadilla me hizo caer de cara en el frío pavimento. La cara quemada por el hielo y el tiempo que estuve en el suelo recibiendo aquellos puntapiés, puñetazos y demás. Se fueron mientras mis coronas volaron por el oscuro cielo Noruego, levante mi cabeza y vi caer uno de mis dientes al suelo, el dolor de mi cuerpo era cruel y fue justo en ese instante, un sublime chasquido hizo “click” en mi mente al ver caer un tibio chorro de sangre al piso ¿era mi sangre? Nunca había salido de esa forma, mi madre siempre me golpeaba pero al instante me abrazaba y limpiaba mi sangre, pero esto no tenia comparación, era un verdadero e inacabable riachuelo de sangre y un goteo rojo algo enervante.

Me levante sin llanto, sin culpa, pero con una idea fija, un fin mayor, la adrenalina no me dejaba caer, no me dejaba estar triste, estaba eufórico, saltaba charco por charco y mojaba mis ropas con el agua que saltaba, lanzaba piedras, reía y gritaba por el camino a casa. Sentía ira, furia, pena, vergüenza de mi mismo, exaltación y miles de sensaciones diferentes, y el terror al ver que decían mis padres.

Cuando llegue, mi padre ya no estaba y había dejado a mi madre, y también la había dejado en un estado deplorable, esta noche sus golpes habían sido sin misericordia, quizás esa euforia había sido tal, que el cortarle la cara a mi madre era para mi, casi tan aceptable como las ganas de querer golpear y golpear a mis agresores. A si que mientras a ella la llevaban al hospital mas cercano, me dedique a hacer mis quehaceres y a limpiar mi habitación aún con los rastros de sangre seca en mi ropa, ya eran una especie de medalla…pero esto no quedaría así lo juraba por lo mas sagrado.

“La alevosía de un “casual accidente” Capítulo II

Los años después del incidente no cambiaron mucho, mas golpes de parte de mi madre ante la desilusión del abandono de mi padre, las palabras feas de mi hermana hacia mi, para ella siempre fui un engendro o una especie de cucaracha, pero sus feas palabras se fueron cicatrizadas por lindos golpes con lo que encontrara a mano. Si, éramos una familia adorable. Mis queridos compañeros de la escuela siguieron con su deporte nacional de pegarle al mutante, apedrear al mutante, etc. Si fui tan desdichado…en mi niñez, pero diez años después, empecé a darme cuenta de que ya no era concebible que los golpes de mi madre, los insultos de mi hermana, las palizas de los imbéciles de la escuela y ni mucho menos la extraña huida de mi padre siguieran mellándome, era momento de poner fin a esto.

Con la ayuda de los libros que dejo mi padre y de algunos conocimientos de que su profesión, la carpintería logre hacer de la puerta de mi habitación fuera impenetrable para mi “familia”, reforcé con metal algunas cosas por aquí y otras por allá y voila, mi nueva habitación. Comencé a ejercitarme, me tatué a las catorce años en la espalda, y comencé a leer algo del nacional socialismo alemán, país de donde proveníamos y el porque quizás nunca fui muy bien mirado. Conocí a un grupo de alemanes aquí en la ciudad y comencé a salir con ellos con la excusa de pelear y botar toda mi ira, pero en realidad eran siempre peleas en donde comenzaba recibiendo los primeros golpes para poder volver a llegar nuevamente a esa sensación, pero nada.

Comencé a dar vuelta los papeles en mi vida, a estudiar menos, los golpes ahora iban conectados a la cara de mi madre, varias fracturas de nariz a mi hermana y una de clavícula, me volví violento, pero me gustaba, ya en mi casa no abusaban de mi, y mantenía control sobre mi cuerpo, al fin y al cabo el golpear a mi madre y hermana era como ir a un gimnasio pero en la propia casa y sin maquinas de pesas.

Un día llegaba atrasado a clases como de costumbre (ya daba lo mismo, mis calificaciones ya eran lo bastante vulgares) al subir las escaleras veo abrirse las puertas de la escuela y, para mi sorpresa, ver como descuidadamente sale el chico que me había golpeado cuando pequeño, hace dos años que se había graduado de la escuela, y no lo veía hace mucho tiempo, incluso antes de ser parte de mi nuevo grupo.
Mi adrenalina explotó y casi sin remordimientos golpeé su cabeza contra una pared. Su caída fue estrepitosa pero aún faltaban cosas, lo entré al salón de música, colindante con los baños, lo cerré y puse a correr uno de los discos que ahí había, el Lago de los Cisnes, creo… busque entre las cuerdas de piano y amarré del cuello una de ellas y la otra extremidad a un busto de Beethoven colgado de la puerta. Agarre a un extintor y subí la música, eso me daría por lo menos unos diez minutos en que el encargado viniera a ver que sucedía. Me acerque a mi “presa” y le dije:

-Hola, soy el mutante…- Y le sonreí. Su cara se deformo como aquella vez en que le quebré la clavícula a mi hermana, pero amplificado. Con el dedo hice sonar la tensada cuerda de piano y con el extintor colgando de mi mano avancé y pregunté:

-¿Alguna vez supiste mi nombre, por mera casualidad?

De su boca no salieron palabras, solo gemidos de miedo y el tiritar de su labio inferior listo para convertirse en una mueca de pena. Con suavidad y sin sacar mis ojos de sus cuencas, arranque el seguro, saque la manguera del extintor y me acerque a mi querido abusador. Quizás fue el miedo o las esperanzas que se me ablandara el corazón pero creo que llegue escuchar que dijo algo así como – p...p.pp.pp.ppppp.pppero si solo te…te…teniam…os cuatr…troo…años…-

En ese preciso momento fue cuando mi ira estalló, quizás por lo poco atinado del comentario, o sea, podría haberlo hecho antes, lo que hubiera llevado a que lo matara rápidamente abriéndole la garganta con la cuerda. Pero no: buscó la forma difícil. Lo agarré del pelo y la boquilla del extintor atravesé sus dientes para apretar el gatillo y ver como se ahogaba y su color rosado saludable pasaba ser un morado algo insalubre. Se movía tanto y su cuello comenzaba a lastimarse y a sangrar, así que cedí un poco la cuerda para que sufriera con su asfixia, para luego hacerlo vomitar pasando mis dedos por el resto de dientes y su mandíbula rota. Vomitó.

-¿Estas bien pregunte?...espere su cambio de color y los típicos espasmos. Luego de los brutales dolores de estómago gracias a la ceniza química, y su pantalón orinado me explicaba que había pasado un susto.

-¿Estas bien? Reiteré…-¡N…nnnno...nononononono. ……(murmuraba)- Eso explicaba que podía respirar a lo que apreté nuevamente la cuerda en su carne ya herida y jalé levemente para que la cuerda corriera por su carne abierta y quemada. Sus gritos desesperados podrían haber despertado a la manzana entera, pero gracias al sabroso sonido de los cisnes eso era historia, cuando comencé a desvariar por sus gritos y estos sobrepasaron los decibeles, dije “Ya es tiempo de irme y limpiar el desastre”. Mi cabeza estaba fría, solo me daría cuenta de eso después de algunos años analizando el hecho. Agarre fuertemente el extintor, apunté a su cabeza y con la misma cara que el puso mientras me golpeaba le dije “Erinnere dich an mich” (Acuérdate de mi en alemán), y con la parte trasera de el extintor comencé a golpear su esternón para provocar que mientras se ahogaba, sus pulmones fueran rajados por las costillas rotas…ya habían pasado casi seis o siete minutos y había que limpiar aquí, el cuidador se preguntaría por que tanto alboroto en la sala de música y llegaría.

Arranque algo de mi camiseta blanca y la unte en sangre de mi moribundo “amigo” quien estaba desangrándose, y mojé toda la cuerda con su sangre, pensando que quizás, esta borraría las huellas dactilares, me lleve el extintor a mi casa, y me recosté en mi cama a repasar cada una de los pasos a seguir. Y con una tranquilidad absoluta, cerré mis ojos y dormí, por una vez hace varios meses, tranquilo.

Al día siguiente leería en los periódicos matutinos sobre un brutal asesinato en mi escuela, un joven moría brutalmente golpeado unas cuatro o cinco veces en sus costillas, con señales de asfixia, con químico de extintor en su boca, garganta y estómago y decapitado completamente por una cuerda de piano ubicada en un mecanismo tan sencillo como atar este a una puerta. No se saben de sospechosos.

¡Guau! Esto de ver tus hazañas por el diario, televisión y demás era entretenido, y hasta excitante. Ya sabía que podía cuidarme, ya podía dejar de ser parte de mi grupo nacional nacionalista. Aceptaran o no. Lo excelente fue que a unos días de renunciar a mi escuadrón (como le llamábamos), estos aparecieron brutalmente asesinados, alguien se me había adelantado y me había limpiado el camino así que me quede tranquilo y trate de volver a mis antiguas andanzas, mejorar mis notas y entender algo: ¿Por qué después de ver de tantas formas el “interior” de mi conejillo me ha empezado a llamar la atención la Medicina, o el examinar cuerpos. No se, debía investigarlo, pero también debía subir mis calificaciones para entrar a alguna universidad después de la secundaria, así que me di un receso para “mejorar” pero sin dejar de lado esta nueva faceta, díganme chiflado o lo que sea, es un amor superior ¿sabían?
Así esos cuatro años restantes logré superarme, y descubrir otras cosas…

“La Verdad” Capítulo III

Y logré entrar a la universidad de Gloøshaugen para ciencias, donde estudié medicina y de cierta forma aprovechaba de ayudarme con las ciencias. Claro que mi pasar por ahí no estuvo lejos de mis excentricidades, como siempre, quise cambiar nuevamente mi forma de ser, y aprovechando el gimnasio gratis, decidí entrar, quizás ya había hecho que mi ser se moldeara; hace mucho que ya no era el chiquillo tonto y que dejaba que golpearan, había renacido, era una persona diferente al fin y al cabo, y por que no cambiarme físicamente también para terminar de dar los toques a mi “nuevo ser”.

Esta, fue la primera, o quizás segunda vez en que mi ser se estaría definiendo, me di cuenta de eso, cuando al pasar al primer año de medicina mi pelo, lo suficientemente largo como para llamarse melena, cayó al suelo de una barbería colindante para convertirse en una calva brillante y reluciente, mi cuerpo de adolescente había cambiado y doy gracias a las hormonas y demás procesos químicos en mi cuerpo, pues lo que antes eran unos intentos de pectorales y bíceps, hoy eran una realidad cierta y para nada lejana. Ya no era un chico más, era yo Heinz, y se sentía de maravillas.
Debo aclarar que el incidente sucedido en la secundaria, mas que un desastre y de ponerme a la defensiva acerca de que las autoridades pertinentes me encontraran, mas que todo fue como abrirme la mente ante nuevas posibilidades, y a la vez fortalecer mi impresión ante ciertas cosas como la sangre, las impresiones fuertes, etc. Lo que era especial para lo que me gustaba hacer, aunque creo que la idea de meterme a la facultad de medicina fue un simple pretexto para el poder aprender de lo que siempre me había llamado la atención: el cuerpo en sí, como puede ser de ciertas maneras un elemento tan maleable y tan especial, tan irregular y tan perfecto a la vez, quien quiera que ha sido su creador, debía haberlo puesto en mi camino para que yo lo entendiera a cabalidad y para que explorara sus secretos más recónditos y hasta los más simples.

Retomando. Mi cuerpo ya era parte de un círculo vicioso que quería cerrar o quizás ampliar. Y como empezaría, si mis cualidades eran mayores que la de mis compañeros universitarios, muchos de los que llegados el tercer año de universidad se iban por la impresión de ver un cuerpo muerto, o el asco de sentir el olor a putrefacción de un cuerpo en descomposición o el ver el fuerte estado en que un cuerpo ahogado se hinchaba por el agua; yo era el indicado, y me sentía cada vez más a gusto en la morgue analizando esos cuerpos. ¡Ah!, es verdad otro punto que pasaba de largo. Mi querido maestro de medicina había elegido por una decisión unánime del consejo de profesores de la facultad, confinarme a mi estudio en la morgue por mis “métodos poco ortodoxos, algo salido de los límites y cabalidad de la medicina convencional, así que debía examinar a cuerpos ya muertos. En pocas palabras mis métodos algo bruscos o “animales” como dijo mi compañera cuando se vio salpicada por liquido peritoneal de un paciente al cuál buscaba mejorar de su hinchada apéndice con un pequeño bisturí.

Después que me obligue a tranquilizarme en el cuarto año de medicina, pude nuevamente examinar a pacientes vivos o casi vivos. Y mi amor a esta obra de ingeniería natural aumentó de manera creciente cuando al ver mis logros, un maestro me eligió para una operación a corazón abierto, aunque simplemente como Ayudante-pasa-utensilios.

Mi cuerpo ya estaba cultivado y en excelente forma, así que decidí nuevamente que era momento de ver mis capacidades, las cuáles nunca me dejaron con un amargo sabor. Y comencé con pequeñas mutilaciones, al principio fue solo un piercing en la parte superior de mi oreja, en el cartílago. Una cosa pequeña que no llamara la atención. Pero ese sublime acto de autoflagelación, pues no dejaría que alguien hiciera algo en mi cuerpo aparte de mi (luego cedería pero en ese momento era algo obtuso), y logré sentir brevemente la misma sensación que cuando me golpearon siendo un pequeño, y cuando asesine a mi “Némesis”, pero fue fugaz. Esa misma noche caí victima de algunas transfusiones en el hospital de la facultad por gran perdida de sangre, pero mi cometido estaba listo, doce argollas pequeñas en cada oreja, un gran aro en el labio que parecía mas una estaca de metal de unos cinco centímetros, dos en uno en la ceja y una argolla algo más grande en la traquea, la que confirmo mi desangramiento y mi principio asfixia.
Si, comencé a ser un poco más observado por mis pares, pero estaba comenzando a ser una persona nueva, no solo el “tipo duro” como me llamaban dentro del grupo, ya mi apariencia era algo…perturbadora. Y gracias a eso gane algo de respeto y unas cuantas citas que terminaban en la cama de alguna pequeña principiante alumna del primer año de universidad. Llamaba la atención para bien o mal.

Algunas veces las salidas de parranda al centro de la ciudad eran rivalizadas por abruptos comentarios de jóvenes que buscaban probar mi hombría, pero mi don del sadomasoquismo, me permitía salir algunas veces victorioso sin siquiera golpear, simplemente cedían al dolor que les inflingía. Un día de parranda y donde las copas habían ya pasado la capacidad de alcohol por litro de sangre en el cuerpo, me encontré con un tipo de unos cuarenta y ochos años completamente tatuado y con perforaciones envidiables. Hablamos hasta la mañana donde fuimos a su lugar de trabajo. Aparte de tatuar, perforar, escuchar metal del bueno y tener ideas parecidas a las mías, me mostró algunas fotos donde personas hacían una especie de mecanismos metálicos en la espalda con el fin de colgarse por poleas y cadenas al techo. Era increíble y completamente novedoso, si esto hacia que mi cuerpo se volviera nuevamente “otro” debía hacerlo. Pero el proceso era costoso, y mis ahorros solamente alcanzaban para tatuar mis brazos. El como un favor más importante y que desencadenaría una excelente amistad, accedió a tatuar aparte de mis brazos, mi espalda, el pectoral derecho y mi cuello. Y yo como pago, aparte del dinero le prometí que vería como mi capacidad de dolor aguantaría ese día domingo completo con terapias de tatuaje. Al principio no creyó e incrédulo, dijo que si pasaba eso sin desmayarme sería todo gratis. Bebimos litros de agua para desintoxicarnos del efecto del trago y comenzó.

“La Quimera renace” Capítulo IV

Eran las 9:30 AM. Y el salón estaba en silencio respondiendo un terrible examen de Anatomía Muscular, cuando las puertas del salón se abrieron para verme entrar con el peor rostro de mi vida, pero con unas líneas negras que sobresalían del cuello de mi abrigo negro. El maestro me observó, con rabia ante el retraso de su mejor alumno, pero cedió ante la misma presión, no me dejaría reprobar. Corrí al primer asiento del salón y con un frío de mil demonios saqué mi abrigo para mostrar las obras de arte que Olaf, mi nuevo camarada, había plasmado en mi carne. Sentí murmullos y procedí a sonreír y responder mi examen ante el cambio repentino (nuevamente de actitud) de mi maestro. Aun recuerdo su sermón y su pena al ver como desfiguraba mi cuerpo cada vez a niveles más insospechados, menos mal nunca mostré mi espalda sino los fierros quizás me los hubiera arrancado de cuajo.

Así comencé a juntarme mucho más con Olaf, y a reunirme en pubs y antros donde como nosotros podíamos compartir, pronto hice fama con mis representadas formas de automutilación dentro del Black Axe Club y mis juntas fueron cada vez mejorando, ya no solo eran mujeres con cortes extraños, ahora eran mujeres que podían simplemente acercarse para tener sexo casual-salvaje, Olaf me había regalado un “príncipe” bastante interesante, hasta duelos de colgadas, etc. Todo en ese lugar era perfecto para mi, en las noches podía desenfrenarme y entender al mismo tiempo desde adentro los cuerpos y su esplendor. Me hice un fanático desquiciado y nunca nada se había comparado a esta catarsis actual de mi vida; era pleno.

Pero hacía varios años que no volvía a casa, y las cartas ya acumuladas en mi puerta, me estorbaban el paso al baño, así que casi a la fuerza regrese, solo serían dos días, de los cuales estaría dos horas en casa para evitar nuevas peleas. Preparé mis maletas el día viernes, sería un fin de semana exhaustivo.

Al abrir la puerta y prender un cigarrillo, logré ver Olaf en mi puerta. Su abrigo estilaba por la lluvia y su mullida barba cana estaba ahora alargada y algo despeinada y una gran cámara de grabar pendía de su hombro como haciéndome Zoom. Solo vi su puño acercarse tan rápido a mi rostro que la imagen se apagó de sopetón.

Desperté respirando en un gran charco de mi propia sangre y el golpe horroroso que me había conectado Olaf había demolido mi nariz, y junto con ella rajado mi boca, el gran piercing que atravesaba delicadamente mi labio había servido de cuchillo para destajar mi rostro hasta la altura de la mejilla. Veía como la sangre formaba pequeñas ondas producidas por mi agitado respirar. Alcé la mirada un poco para ver un par de zapatos conocidos. Era Olaf que fumaba un cigarrillo mientras miraba la lluvia en la ventana.

-Despertaste por fin- dijo botando el humo por su ancha nariz mientras giraba su cabeza para verme incapacitado a sus pies. Traté de levantarme, pero con una mirada dijo:

-Descansa, ya pasará…- Y giró para aspirar una gran bocanada de humo

El sol estaba apareciendo por la ventana y la luz tenue hizo que mis parpados se iluminaran algo, las oscuras sombras del invierno se iban junto con las sombras de mi pesado sueño. Al abrir los ojos la luz, aunque débil me hacía arder la vista y el charco de sangre donde había despertado anteriormente tenía un color marrón evidente y un olor a metal excesivo.
Olaf fumaba frente a un video, que retrocedía y avanzaba a todo momento. El humo formaba lindas ondas en el aire rojo. ¿Rojo?, esta no era mi habitación, quizás si sacara las manchas de sangre del inmueble y paredes, quemara los restos de cuerpos que habían por el suelo y tirara a la basura los cuerpos de los bebés se vería igual. Pero no era mi habitación, era la casa de Olaf reorganizada, como dándome la bienvenida a mi habitación universitaria con parafernalia cinematográfica de Friday 13th que, por cierto, era de mi gusto.

El chillido de la cinta me hizo despertar de mi sorpresa e hizo a Olaf apretar el botón de pause del VHS Sony que había comprado hace ya unos años y que ahora goteaba sublime.

-¿Viste la nueva película en cartelera, querido Heinz?-Pregunto con sarcasmo evidente –Ven y siéntate aquí, a mi lado pendejo.

La habitación estaba intacta desde mi pasado despertar, pero al retroceder la cinta podía ver como la cámara de Olaf captó de un ángulo perfecto la deformación de mi cara con su golpe, si hubiera visto esto ahora hubiera sido como las Sinfonías de Mozart para un pianista novato.
Luego la cámara se prendía para dejarme ver las escaleras prontas a subir al departamento de Olaf. Como un videojuego en primera persona, posó la cámara en una repisa donde guardaba sus revistas Tattoo’s in Europe y desde ahí tomaba una vista panorámica del lugar. Luego de cerrar persianas y prender las luces que yo había apagado para ir a mi ciudad natal. Me había levantado con una mano hasta más arriba de su hombro y con suma prestancia me había mordido con tal brutalidad que me sorprendía, también había enterrado lo que parecía un machete entre mis costillas. Mientras mis gritos no encontraban auxilio, por primera vez lloré hace mucho, me vi a mi mismo destruido y sobrepasado por un pequeño de 170 cm. Y lo más triste de todo, es que mis lágrimas ya no eran de agua y sal, sino del preciado elíxir que hoy rige mi vida, y al ver la total pérdida de mi vida, caí sobre mis rodillas y puños. El suelo aún resguardaba la humedad propia de la sangre y las gotas de mis ojos no hacían más que empeorar el panorama. Miré las paredes con una mirada atónita, brutales manchas de sangre me rodeaban como si hubiera lanzado muchos globos con tinta roja ubicada con aleatoria crueldad. La tele repetía un sonido que me hubiera parecido sonar aquella vez que aplaste la cabeza de mi Némesis contra una pared, escuche el “tac” y el “toc”, si, era el cráneo de algo estrellándose y partiéndose como una sandía. Si era yo, azotando a un bebé tomado de las piernas contra la pared. Una imagen fuerte, incluso para mi en ese momento, lloré el doble y vi la calamidad que había dejado ¿Qué era lo que me estaba pasando? ¿En que me estaba convirtiendo, era un sueño? ¿Había vivido despierto todo este tiempo?

Un buen golpe de mi maestro me oriento y sacudió la cara y el pensamiento como un terremoto a la tierra.

“¿Donde has estado todo este tiempo, parásito?
Preguntó aquél que el Dragón tocó su maldita carne
Dime donde quedo aquél que juro a su propia sangre y carne
Que su cuerpo no tendría ya las raíces de la humanidad enterradas al suelo”

Mi cabeza giró, no me gustaba escucharlo, pero coseché esto ¿Quién era el? ¿Cómo lo sabía? ¿Tanto demostraba mi manera de expresarlo todo? ¿Había estado errado todo este tiempo?...

-¡Por favor ayúdame a despertar, Se que me equivoque! – Gemí y grité a lo que fuera que me estuviera escuchando, pero no tenía respuesta ¿Estaba solo?

Con el lamento quebrado en su boca
Y con la culpa mas allá de su conciencia miró a su alrededor
Donde la muerte había puesto su pesado velo
Y el olvido dejaba pisadas de sangre secas
Solo, ahí el nuevo chiquillo escuchaba.

¿Qué debo hacer? Las preguntas me destrozaban la cabeza, miraba mis tatuajes, mis perforaciones, mi cuerpo, mi ser, mi Yo, mi alma…mi todo…y recordé mi espalda, y los fierros que de ella sobresalen:

-¿Por qué? ¿Simplemente fue para cambiar? ¿Un implemento más en mi cuerpo? Sentí su roce en mis músculos -¡No! Con ellas volé, sentí el dolor, pero mezclaba ambas, el dolor y el éxtasis. Si, con ellas volé, y muy alto.

Olaf acercó su boca a mi oreja, yo estaba petrificado, pero sus palabras perforaron profundo…

“Renace como un pequeño huevo del Rey Dragón
Muere y vive por el cambio
Cambia y renace nuevamente cada día
Que cada noche es diferente, sé como la noche, chiquillo
Donde los demonios se esconden en las sombras
Y recitan al infierno su lealtad

Era la verdad, lo que estaba hecho, hecho estaba, quizás encontré lo que nunca creería que llegara ¿Y justo aquí retrocedería? No, mis cartas ya estaban tomadas y mi destino estaba literalmente tallado en mi piel y tatuado en mi alma. Sea lo que fuera que era ahora, era fuerte. Mucho más fuerte de lo que jamás podría ser, lo sentía perfectamente. Esta sensación era placentera y me hacía temblar, pero Olaf conoce mis límites…Como lo iba a defraudar justo ahora…

La rodilla del chiquillo tembló con la sed de erguirse ante este Ser
Sus manos temblaron sangrantes sobre la carroña
Donde sus encías nacía una amalgama de sabores
Sabores que jugaban con su garganta
La sed cedía, cedía como el anciano ante la Muerte

…Y me levanté, como si tuviera una piedra gigante en mi espalda, pero tenía la fuerza necesaria para cargarla. Olaf vio pasar mis ojos ante el, ahora su mirada estaba hacia arriba. Mis ojos no eran los mismos que el chiquillo que llego ebrio a su casa. Y si estaba ebrio, era ebrio de poder.

¡Renace bastardo! ¡Se el Dragón!
Deja que tus alas mojadas se sequen por el calor de tu condena
¡Monstruo y mil veces monstruo!
¡Trágate mis ofensas, pues de ellas te alimentaras, malparido!
Ahora eres la Bestia, el Asesino y el Juez
Que la misma aberración de tu ser te de la espalda,
Pues ya no eres humano

Ya nada importa. Y si estoy muerto, si soy un monstruo, heme aquí, parado con la frente en alto. Si soy la Bestia, y mientras No-viva, la representare con fervor. De Bestia nací, de Bestia me crié y de Bestia moriría. Indómito.

“Muy dentro de si mismo,
La Bestia goza por el dolor del recipiente,
Ríe por la bestialidad del hijo del Más Anciano.
La Bestia conoce la debilidad de su contendiente
Y ni la espada ni la lanza es tan poderosa como para vencer aquella debilidad
Pues la armadura de la Bestia es Absoluta”
“Se un Demonio, aliméntate y extiéndete como la malaria
Extirpa tus emociones
Los humanos aman, los Demonios empalan al amor
Los humanos se lamentan, El Demonio se regocija en el lamento:
Somos la bestialidad en su expresión máxima
Somos la carne muerta de la Lepra
Somos el llanto ahogado de la noche
Somos el silencio intranquilo antes de la batalla
Ellos son el niño desvalido en la Hoguera
Y nosotros…
¡Nosotros somos la Hoguera!”


¿…Y que dices?

Historia Anexa: Heins nace en Alemania bajo el sangriento régimen zarista Alemana, funcionando como médico y torturador bolchevique. Al terminar la guerra se esconde y comienza a hacer estudios acerca de la medicina más abrupta y el estudio del cuerpo como maquina definitiva. Cuando es abrazado por un Tzimisce moribundo tras unos cuantos años luego de la guerra, este lo comienza a examinar (el chupasangre estaba casi en letargo por las heridas y muy poca sangre quedaba en sus venas, por lo que las consecutivas muestras lo hacen caer en letargo). Su intensa búsqueda por la mejora corporal era tan abrupta y viciosa que terminó perdiendo algo el control de su poderosa mente, puesto que la tecnología no era tal en aquellos momentos.
La sangre del vástago en letargo llamó tanto su atención que termino haciendo una gran transfusión de ella convirtiendose al vampirismo y luego diabolizando a su sire sin querer ante la ola de frenesí (por eso posee Generación 2).
Al avanzar el tiempo se enlista en el Partido nacional socialista Nazi, donde, como capitan en los estudios genéticos y la Inteligencia logra poder aprender los inicios del arte de la clonación. La historia anterior, Quimera de Arcilla, es un lavado de cerebro que exigió a un compañero Sabbat para poder recordar hilar su vida a la actual era y no a la anterior (1800).


Última edición por Heins VanDjik el Lun Sep 03, 2012 11:54 am, editado 1 vez
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Mensaje por Heins VanDjik Lun Sep 03, 2012 11:48 am

Heins VanDjik escribió:Nombre Real: Heins VanDjik
Nombre Vampírico: Janus
Clan: Tzimisce
Generación: 11º
Edad real: 212
Edad aparente: 55 (?)
Naturaleza: Masoquista
Conducta: Científica
Refugio: Bunker bajo tierra, donde están sus laboratorios de clonación. Mantiene la misma afrquitectura que el Bunker donde pasó sus últimos días de vida Hitler.

Descripción física: Janus es un tipo de 1,80 mts. completamente desprovisto de bello corporal, de un cuerpo delgado, pero no atlético. Su ojo izquierdo es de un color celeste intenso, mientas su ojo derecho es de un verde azulado muy débil que deja entre ver una mutación genética importante. posee un tatuaje de la svastica nazi en el pecho a la altura del corazón, y un gran tatuaje del Águila de Hierro en la espalda, hecho por medio de hierros al rojo vivo y a tinta. En la espalda, también posee un mecanismo de fierros con los cuáles se cuelga para entrar en meditación y entender el dolor como método de transfiguración contra la bestia, pues para él, la bestia significa la ignorancia, el grado superior de degradación mental. De una piel clara y de dientes afilados como pequeños puñales, un centenar de tatuajes y piercings tanto en la cara como el cuerpo lo definen como un tipo raro y que la gente trata de evitar.

Trasfondos:
Generacion: oooo
Recursos: oooo
Influencia (Sanidad): oo

Disciplinas: Vicisitud 4, Auspex y Animalismo 3.

Meritos: Invinculable, Voluntad de Hierro, Resistencia Mágica
Defectos: Odiado, Exclusión de Presa (Latinos, Negros y Gitanos), Eurotofobia (miedo al genital femenino, posee una fijación con el hecho de que las "hembras" puedan procrear, pero odia/teme al genital femenino, pues está convencido de que sus ideas de clonación puede mejorar a la débil cáscara humana)

Pertenencias: Gran Bunker-Laboratorio. No posee armas, pero si buenos trajes, aunque prefiere la ropa comoda antes de los ternos.tambien una buena biblioteca, libros de su tiempo y colecciona libros de historia, novelas y todo tipo de cosas que competa al tercer Reich. nunca anda con mucho dinero pero si dos auto negros Lincoln del 60 y su chofer correspondiente. Sobre el Bunker una casona esconde la realidad de metal.
Reloj, lentes redondos, cigarrillos y sus botas de cuero original judío.

Quimera de Arcilla

“¿Donde has estado todo este tiempo, parásito?
Preguntó aquél que el Dragón tocó su maldiga carne
Dime donde quedo aquél que juro a su propia sangre y carne
Que su cuerpo no tendría ya las raíces de la humanidad enterradas al suelo”

Con el lamento quebrado en su boca
Y con la culpa mas allá de su conciencia miró a su alrededor
Donde la muerte había puesto su pesado velo
Y el olvido dejaba pisadas de sangre secas
Solo, ahí el nuevo chiquillo escuchaba.

“Renace como un pequeño huevo del Rey Dragón
Muere y vive por el cambio
Cambia y renace nuevamente cada día
Que cada noche es diferente, sé como la noche, chiquillo
Donde los demonios se esconden en las sombras
Y recitan al infierno su lealtad

La rodilla del chiquillo tembló con la sed de erguirse ante este Ser
Sus manos temblaron sangrantes sobre la carroña
Donde sus encías nacía una amalgama de sabores
Sabores que jugaban con su garganta
La sed cedía, cedía como el anciano ante la Muerte

¡Renace bastardo! ¡Se el Dragón!
Deja que tus alas mojadas se sequen por el calor de tu condena
¡Monstruo y mil veces monstruo!
¡Trágate mis ofensas, pues de ellas te alimentaras, malparido!
Ahora eres la Bestia, el Asesino y el Juez
Que la misma aberración de tu ser te de la espalda, pues ya no eres humano

“Muy dentro de si mismo,
La Bestia goza por el dolor del recipiente,
Ríe por la bestialidad del hijo del Más Anciano.
La Bestia conoce la debilidad de su contendiente
Y ni la espada ni la lanza es tan poderosa como para vencer aquella debilidad
Pues la armadura de la Bestia es Absoluta”

Se un Demonio, aliméntate y extiéndete como la malaria
Extirpa tus emociones
Los humanos aman, los Demonios empalan al amor
Los humanos se lamentan, El Demonio se regocija en el lamento:
Somos la bestialidad en su expresión máxima
Somos la carne muerta de la Lepra
Somos el llanto ahogado de la noche
Somos el silencio intranquilo antes de la batalla
Ellos son el niño desvalido en la Hoguera
Y nosotros…
¡Nosotros somos la Hoguera!

¿Y…?
¿Que dices?

Tan solo muéstrame el camino, Maestro…
Y lamió sus manos.

“Deja a eso tranquilo, niño…” Capítulo I

Siempre era lo mismo, “Deja tranquilo a ese gato”, “Basta de golpear a tus amigos”, “Deja de comerte las uñas”, “No juegues con fuego”, pues según mi madre era peligroso. Quizás solo me lo hubiera dicho cuando metí las manos a la chimenea tratando de ver como el plástico que conformaba a la muñeca de mi hermana se derretía.
Esta práctica no era para ver como el fuego la consumía ni para ver como mi hermana lloraba…o quizás algo. Sino para ver como su horrible cara se desfiguraba con el calor de esas llamas, de cómo ver esa perfección simétrica era devastada en pocos segundos y sin mover un solo dedo, el fuego hacía su trabajo solo. La consejera del colegio dijo que solo requería atención de mis padres ¡Ja!, su atención eran los golpes de mi padre ante su propio fracaso en el matrimonio. Mi madre lloraba, pero para mi solo era algo, quizás natural o simplemente estaba acostumbrado, no lo se, pero era gratificante ver como sus poderosas ganas de golpearme ante mis “errores de niño”, eran contrastadas por algo que ni siquiera la golpeaba, era algo sorprendente de ver. Mi padre siempre fue bueno para devastarla con simples actos y palabras, pero como un niño eso no era malo, quizás ellos eran los malos al golpearme.

Y mientras mi madre lloraba y se desmoronaba por los dichos de mi padre, mi padre se devastaba en las noches en el anestesiante y lujurioso sabor del alcohol, esa ebriedad tal de que los golpes y palabrotas pueden llevar a cosas inesperadas y completamente fugaces, destellos de arte como le llamo actualmente.
Cuando pequeño tuve una buena aptitud encontrando escondites donde poder escuchar esto y moldeé una buena cantidad de lenguaje algo salvaje para un niño pequeño, un niño de cuatro o cinco años.
Aparte mi sociabilidad era algo nula, gracias a la obra y gracia de mis padres. Mis sobrenombres eran conocidos en la misma escuela, el mutante, Nerd, espécimen, etc. mis años de “sufrimiento” habían mellado en mi carisma, y en el hacer mis quehaceres muy bien, pero los tiempos libres eran en los que mi familia lograba su “calor de hogar”, lo que llevo que cada vez que me molestaran o insultaran explotara en una zarandada de palabrotas, escupitajos y demás.

Recuerdo aquella vez que en que, por la ayuda de ese lenguaje, fui apaleado por un grupo de niños de mayor grado que el mío. Fue en 1976 recuerdo, estaba frío como de costumbre en Oslo y a la salida de mi pequeña escuela suburbial, un chico de 3º grado trato de robarme el dinero de mi merienda.

-Dame tu dinero, mutante- Dijo con tono burlón ante sus amigos, todo esto seguido de unas risotadas de todo niño que escucho el comentario.
Era de esperarse, un escupitajo en la cara sería poco perdonable por alguien, recuerdo correr y dejar caer todas mis coronas en la acera, pero ellos no paraban su carrera. Hasta que una zancadilla me hizo caer de cara en el frío pavimento. La cara quemada por el hielo y el tiempo que estuve en el suelo recibiendo aquellos puntapiés, puñetazos y demás. Se fueron mientras mis coronas volaron por el oscuro cielo Noruego, levante mi cabeza y vi caer uno de mis dientes al suelo, el dolor de mi cuerpo era cruel y fue justo en ese instante, un sublime chasquido hizo “click” en mi mente al ver caer un tibio chorro de sangre al piso ¿era mi sangre? Nunca había salido de esa forma, mi madre siempre me golpeaba pero al instante me abrazaba y limpiaba mi sangre, pero esto no tenia comparación, era un verdadero e inacabable riachuelo de sangre y un goteo rojo algo enervante.

Me levante sin llanto, sin culpa, pero con una idea fija, un fin mayor, la adrenalina no me dejaba caer, no me dejaba estar triste, estaba eufórico, saltaba charco por charco y mojaba mis ropas con el agua que saltaba, lanzaba piedras, reía y gritaba por el camino a casa. Sentía ira, furia, pena, vergüenza de mi mismo, exaltación y miles de sensaciones diferentes, y el terror al ver que decían mis padres.

Cuando llegue, mi padre ya no estaba y había dejado a mi madre, y también la había dejado en un estado deplorable, esta noche sus golpes habían sido sin misericordia, quizás esa euforia había sido tal, que el cortarle la cara a mi madre era para mi, casi tan aceptable como las ganas de querer golpear y golpear a mis agresores. A si que mientras a ella la llevaban al hospital mas cercano, me dedique a hacer mis quehaceres y a limpiar mi habitación aún con los rastros de sangre seca en mi ropa, ya eran una especie de medalla…pero esto no quedaría así lo juraba por lo mas sagrado.

“La alevosía de un “casual accidente” Capítulo II

Los años después del incidente no cambiaron mucho, mas golpes de parte de mi madre ante la desilusión del abandono de mi padre, las palabras feas de mi hermana hacia mi, para ella siempre fui un engendro o una especie de cucaracha, pero sus feas palabras se fueron cicatrizadas por lindos golpes con lo que encontrara a mano. Si, éramos una familia adorable. Mis queridos compañeros de la escuela siguieron con su deporte nacional de pegarle al mutante, apedrear al mutante, etc. Si fui tan desdichado…en mi niñez, pero diez años después, empecé a darme cuenta de que ya no era concebible que los golpes de mi madre, los insultos de mi hermana, las palizas de los imbéciles de la escuela y ni mucho menos la extraña huida de mi padre siguieran mellándome, era momento de poner fin a esto.

Con la ayuda de los libros que dejo mi padre y de algunos conocimientos de que su profesión, la carpintería logre hacer de la puerta de mi habitación fuera impenetrable para mi “familia”, reforcé con metal algunas cosas por aquí y otras por allá y voila, mi nueva habitación. Comencé a ejercitarme, me tatué a las catorce años en la espalda, y comencé a leer algo del nacional socialismo alemán, país de donde proveníamos y el porque quizás nunca fui muy bien mirado. Conocí a un grupo de alemanes aquí en la ciudad y comencé a salir con ellos con la excusa de pelear y botar toda mi ira, pero en realidad eran siempre peleas en donde comenzaba recibiendo los primeros golpes para poder volver a llegar nuevamente a esa sensación, pero nada.

Comencé a dar vuelta los papeles en mi vida, a estudiar menos, los golpes ahora iban conectados a la cara de mi madre, varias fracturas de nariz a mi hermana y una de clavícula, me volví violento, pero me gustaba, ya en mi casa no abusaban de mi, y mantenía control sobre mi cuerpo, al fin y al cabo el golpear a mi madre y hermana era como ir a un gimnasio pero en la propia casa y sin maquinas de pesas.

Un día llegaba atrasado a clases como de costumbre (ya daba lo mismo, mis calificaciones ya eran lo bastante vulgares) al subir las escaleras veo abrirse las puertas de la escuela y, para mi sorpresa, ver como descuidadamente sale el chico que me había golpeado cuando pequeño, hace dos años que se había graduado de la escuela, y no lo veía hace mucho tiempo, incluso antes de ser parte de mi nuevo grupo.
Mi adrenalina explotó y casi sin remordimientos golpeé su cabeza contra una pared. Su caída fue estrepitosa pero aún faltaban cosas, lo entré al salón de música, colindante con los baños, lo cerré y puse a correr uno de los discos que ahí había, el Lago de los Cisnes, creo… busque entre las cuerdas de piano y amarré del cuello una de ellas y la otra extremidad a un busto de Beethoven colgado de la puerta. Agarre a un extintor y subí la música, eso me daría por lo menos unos diez minutos en que el encargado viniera a ver que sucedía. Me acerque a mi “presa” y le dije:

-Hola, soy el mutante…- Y le sonreí. Su cara se deformo como aquella vez en que le quebré la clavícula a mi hermana, pero amplificado. Con el dedo hice sonar la tensada cuerda de piano y con el extintor colgando de mi mano avancé y pregunté:

-¿Alguna vez supiste mi nombre, por mera casualidad?

De su boca no salieron palabras, solo gemidos de miedo y el tiritar de su labio inferior listo para convertirse en una mueca de pena. Con suavidad y sin sacar mis ojos de sus cuencas, arranque el seguro, saque la manguera del extintor y me acerque a mi querido abusador. Quizás fue el miedo o las esperanzas que se me ablandara el corazón pero creo que llegue escuchar que dijo algo así como – p...p.pp.pp.ppppp.pppero si solo te…te…teniam…os cuatr…troo…años…-

En ese preciso momento fue cuando mi ira estalló, quizás por lo poco atinado del comentario, o sea, podría haberlo hecho antes, lo que hubiera llevado a que lo matara rápidamente abriéndole la garganta con la cuerda. Pero no: buscó la forma difícil. Lo agarré del pelo y la boquilla del extintor atravesé sus dientes para apretar el gatillo y ver como se ahogaba y su color rosado saludable pasaba ser un morado algo insalubre. Se movía tanto y su cuello comenzaba a lastimarse y a sangrar, así que cedí un poco la cuerda para que sufriera con su asfixia, para luego hacerlo vomitar pasando mis dedos por el resto de dientes y su mandíbula rota. Vomitó.

-¿Estas bien pregunte?...espere su cambio de color y los típicos espasmos. Luego de los brutales dolores de estómago gracias a la ceniza química, y su pantalón orinado me explicaba que había pasado un susto.

-¿Estas bien? Reiteré…-¡N…nnnno...nononononono. ……(murmuraba)- Eso explicaba que podía respirar a lo que apreté nuevamente la cuerda en su carne ya herida y jalé levemente para que la cuerda corriera por su carne abierta y quemada. Sus gritos desesperados podrían haber despertado a la manzana entera, pero gracias al sabroso sonido de los cisnes eso era historia, cuando comencé a desvariar por sus gritos y estos sobrepasaron los decibeles, dije “Ya es tiempo de irme y limpiar el desastre”. Mi cabeza estaba fría, solo me daría cuenta de eso después de algunos años analizando el hecho. Agarre fuertemente el extintor, apunté a su cabeza y con la misma cara que el puso mientras me golpeaba le dije “Erinnere dich an mich” (Acuérdate de mi en alemán), y con la parte trasera de el extintor comencé a golpear su esternón para provocar que mientras se ahogaba, sus pulmones fueran rajados por las costillas rotas…ya habían pasado casi seis o siete minutos y había que limpiar aquí, el cuidador se preguntaría por que tanto alboroto en la sala de música y llegaría.

Arranque algo de mi camiseta blanca y la unte en sangre de mi moribundo “amigo” quien estaba desangrándose, y mojé toda la cuerda con su sangre, pensando que quizás, esta borraría las huellas dactilares, me lleve el extintor a mi casa, y me recosté en mi cama a repasar cada una de los pasos a seguir. Y con una tranquilidad absoluta, cerré mis ojos y dormí, por una vez hace varios meses, tranquilo.

Al día siguiente leería en los periódicos matutinos sobre un brutal asesinato en mi escuela, un joven moría brutalmente golpeado unas cuatro o cinco veces en sus costillas, con señales de asfixia, con químico de extintor en su boca, garganta y estómago y decapitado completamente por una cuerda de piano ubicada en un mecanismo tan sencillo como atar este a una puerta. No se saben de sospechosos.

¡Guau! Esto de ver tus hazañas por el diario, televisión y demás era entretenido, y hasta excitante. Ya sabía que podía cuidarme, ya podía dejar de ser parte de mi grupo nacional nacionalista. Aceptaran o no. Lo excelente fue que a unos días de renunciar a mi escuadrón (como le llamábamos), estos aparecieron brutalmente asesinados, alguien se me había adelantado y me había limpiado el camino así que me quede tranquilo y trate de volver a mis antiguas andanzas, mejorar mis notas y entender algo: ¿Por qué después de ver de tantas formas el “interior” de mi conejillo me ha empezado a llamar la atención la Medicina, o el examinar cuerpos. No se, debía investigarlo, pero también debía subir mis calificaciones para entrar a alguna universidad después de la secundaria, así que me di un receso para “mejorar” pero sin dejar de lado esta nueva faceta, díganme chiflado o lo que sea, es un amor superior ¿sabían?
Así esos cuatro años restantes logré superarme, y descubrir otras cosas…

“La Verdad” Capítulo III

Y logré entrar a la universidad de Gloøshaugen para ciencias, donde estudié medicina y de cierta forma aprovechaba de ayudarme con las ciencias. Claro que mi pasar por ahí no estuvo lejos de mis excentricidades, como siempre, quise cambiar nuevamente mi forma de ser, y aprovechando el gimnasio gratis, decidí entrar, quizás ya había hecho que mi ser se moldeara; hace mucho que ya no era el chiquillo tonto y que dejaba que golpearan, había renacido, era una persona diferente al fin y al cabo, y por que no cambiarme físicamente también para terminar de dar los toques a mi “nuevo ser”.

Esta, fue la primera, o quizás segunda vez en que mi ser se estaría definiendo, me di cuenta de eso, cuando al pasar al primer año de medicina mi pelo, lo suficientemente largo como para llamarse melena, cayó al suelo de una barbería colindante para convertirse en una calva brillante y reluciente, mi cuerpo de adolescente había cambiado y doy gracias a las hormonas y demás procesos químicos en mi cuerpo, pues lo que antes eran unos intentos de pectorales y bíceps, hoy eran una realidad cierta y para nada lejana. Ya no era un chico más, era yo Heinz, y se sentía de maravillas.
Debo aclarar que el incidente sucedido en la secundaria, mas que un desastre y de ponerme a la defensiva acerca de que las autoridades pertinentes me encontraran, mas que todo fue como abrirme la mente ante nuevas posibilidades, y a la vez fortalecer mi impresión ante ciertas cosas como la sangre, las impresiones fuertes, etc. Lo que era especial para lo que me gustaba hacer, aunque creo que la idea de meterme a la facultad de medicina fue un simple pretexto para el poder aprender de lo que siempre me había llamado la atención: el cuerpo en sí, como puede ser de ciertas maneras un elemento tan maleable y tan especial, tan irregular y tan perfecto a la vez, quien quiera que ha sido su creador, debía haberlo puesto en mi camino para que yo lo entendiera a cabalidad y para que explorara sus secretos más recónditos y hasta los más simples.

Retomando. Mi cuerpo ya era parte de un círculo vicioso que quería cerrar o quizás ampliar. Y como empezaría, si mis cualidades eran mayores que la de mis compañeros universitarios, muchos de los que llegados el tercer año de universidad se iban por la impresión de ver un cuerpo muerto, o el asco de sentir el olor a putrefacción de un cuerpo en descomposición o el ver el fuerte estado en que un cuerpo ahogado se hinchaba por el agua; yo era el indicado, y me sentía cada vez más a gusto en la morgue analizando esos cuerpos. ¡Ah!, es verdad otro punto que pasaba de largo. Mi querido maestro de medicina había elegido por una decisión unánime del consejo de profesores de la facultad, confinarme a mi estudio en la morgue por mis “métodos poco ortodoxos, algo salido de los límites y cabalidad de la medicina convencional, así que debía examinar a cuerpos ya muertos. En pocas palabras mis métodos algo bruscos o “animales” como dijo mi compañera cuando se vio salpicada por liquido peritoneal de un paciente al cuál buscaba mejorar de su hinchada apéndice con un pequeño bisturí.

Después que me obligue a tranquilizarme en el cuarto año de medicina, pude nuevamente examinar a pacientes vivos o casi vivos. Y mi amor a esta obra de ingeniería natural aumentó de manera creciente cuando al ver mis logros, un maestro me eligió para una operación a corazón abierto, aunque simplemente como Ayudante-pasa-utensilios.

Mi cuerpo ya estaba cultivado y en excelente forma, así que decidí nuevamente que era momento de ver mis capacidades, las cuáles nunca me dejaron con un amargo sabor. Y comencé con pequeñas mutilaciones, al principio fue solo un piercing en la parte superior de mi oreja, en el cartílago. Una cosa pequeña que no llamara la atención. Pero ese sublime acto de autoflagelación, pues no dejaría que alguien hiciera algo en mi cuerpo aparte de mi (luego cedería pero en ese momento era algo obtuso), y logré sentir brevemente la misma sensación que cuando me golpearon siendo un pequeño, y cuando asesine a mi “Némesis”, pero fue fugaz. Esa misma noche caí victima de algunas transfusiones en el hospital de la facultad por gran perdida de sangre, pero mi cometido estaba listo, doce argollas pequeñas en cada oreja, un gran aro en el labio que parecía mas una estaca de metal de unos cinco centímetros, dos en uno en la ceja y una argolla algo más grande en la traquea, la que confirmo mi desangramiento y mi principio asfixia.
Si, comencé a ser un poco más observado por mis pares, pero estaba comenzando a ser una persona nueva, no solo el “tipo duro” como me llamaban dentro del grupo, ya mi apariencia era algo…perturbadora. Y gracias a eso gane algo de respeto y unas cuantas citas que terminaban en la cama de alguna pequeña principiante alumna del primer año de universidad. Llamaba la atención para bien o mal.

Algunas veces las salidas de parranda al centro de la ciudad eran rivalizadas por abruptos comentarios de jóvenes que buscaban probar mi hombría, pero mi don del sadomasoquismo, me permitía salir algunas veces victorioso sin siquiera golpear, simplemente cedían al dolor que les inflingía. Un día de parranda y donde las copas habían ya pasado la capacidad de alcohol por litro de sangre en el cuerpo, me encontré con un tipo de unos cuarenta y ochos años completamente tatuado y con perforaciones envidiables. Hablamos hasta la mañana donde fuimos a su lugar de trabajo. Aparte de tatuar, perforar, escuchar metal del bueno y tener ideas parecidas a las mías, me mostró algunas fotos donde personas hacían una especie de mecanismos metálicos en la espalda con el fin de colgarse por poleas y cadenas al techo. Era increíble y completamente novedoso, si esto hacia que mi cuerpo se volviera nuevamente “otro” debía hacerlo. Pero el proceso era costoso, y mis ahorros solamente alcanzaban para tatuar mis brazos. El como un favor más importante y que desencadenaría una excelente amistad, accedió a tatuar aparte de mis brazos, mi espalda, el pectoral derecho y mi cuello. Y yo como pago, aparte del dinero le prometí que vería como mi capacidad de dolor aguantaría ese día domingo completo con terapias de tatuaje. Al principio no creyó e incrédulo, dijo que si pasaba eso sin desmayarme sería todo gratis. Bebimos litros de agua para desintoxicarnos del efecto del trago y comenzó.

“La Quimera renace” Capítulo IV

Eran las 9:30 AM. Y el salón estaba en silencio respondiendo un terrible examen de Anatomía Muscular, cuando las puertas del salón se abrieron para verme entrar con el peor rostro de mi vida, pero con unas líneas negras que sobresalían del cuello de mi abrigo negro. El maestro me observó, con rabia ante el retraso de su mejor alumno, pero cedió ante la misma presión, no me dejaría reprobar. Corrí al primer asiento del salón y con un frío de mil demonios saqué mi abrigo para mostrar las obras de arte que Olaf, mi nuevo camarada, había plasmado en mi carne. Sentí murmullos y procedí a sonreír y responder mi examen ante el cambio repentino (nuevamente de actitud) de mi maestro. Aun recuerdo su sermón y su pena al ver como desfiguraba mi cuerpo cada vez a niveles más insospechados, menos mal nunca mostré mi espalda sino los fierros quizás me los hubiera arrancado de cuajo.

Así comencé a juntarme mucho más con Olaf, y a reunirme en pubs y antros donde como nosotros podíamos compartir, pronto hice fama con mis representadas formas de automutilación dentro del Black Axe Club y mis juntas fueron cada vez mejorando, ya no solo eran mujeres con cortes extraños, ahora eran mujeres que podían simplemente acercarse para tener sexo casual-salvaje, Olaf me había regalado un “príncipe” bastante interesante, hasta duelos de colgadas, etc. Todo en ese lugar era perfecto para mi, en las noches podía desenfrenarme y entender al mismo tiempo desde adentro los cuerpos y su esplendor. Me hice un fanático desquiciado y nunca nada se había comparado a esta catarsis actual de mi vida; era pleno.

Pero hacía varios años que no volvía a casa, y las cartas ya acumuladas en mi puerta, me estorbaban el paso al baño, así que casi a la fuerza regrese, solo serían dos días, de los cuales estaría dos horas en casa para evitar nuevas peleas. Preparé mis maletas el día viernes, sería un fin de semana exhaustivo.

Al abrir la puerta y prender un cigarrillo, logré ver Olaf en mi puerta. Su abrigo estilaba por la lluvia y su mullida barba cana estaba ahora alargada y algo despeinada y una gran cámara de grabar pendía de su hombro como haciéndome Zoom. Solo vi su puño acercarse tan rápido a mi rostro que la imagen se apagó de sopetón.

Desperté respirando en un gran charco de mi propia sangre y el golpe horroroso que me había conectado Olaf había demolido mi nariz, y junto con ella rajado mi boca, el gran piercing que atravesaba delicadamente mi labio había servido de cuchillo para destajar mi rostro hasta la altura de la mejilla. Veía como la sangre formaba pequeñas ondas producidas por mi agitado respirar. Alcé la mirada un poco para ver un par de zapatos conocidos. Era Olaf que fumaba un cigarrillo mientras miraba la lluvia en la ventana.

-Despertaste por fin- dijo botando el humo por su ancha nariz mientras giraba su cabeza para verme incapacitado a sus pies. Traté de levantarme, pero con una mirada dijo:

-Descansa, ya pasará…- Y giró para aspirar una gran bocanada de humo

El sol estaba apareciendo por la ventana y la luz tenue hizo que mis parpados se iluminaran algo, las oscuras sombras del invierno se iban junto con las sombras de mi pesado sueño. Al abrir los ojos la luz, aunque débil me hacía arder la vista y el charco de sangre donde había despertado anteriormente tenía un color marrón evidente y un olor a metal excesivo.
Olaf fumaba frente a un video, que retrocedía y avanzaba a todo momento. El humo formaba lindas ondas en el aire rojo. ¿Rojo?, esta no era mi habitación, quizás si sacara las manchas de sangre del inmueble y paredes, quemara los restos de cuerpos que habían por el suelo y tirara a la basura los cuerpos de los bebés se vería igual. Pero no era mi habitación, era la casa de Olaf reorganizada, como dándome la bienvenida a mi habitación universitaria con parafernalia cinematográfica de Friday 13th que, por cierto, era de mi gusto.

El chillido de la cinta me hizo despertar de mi sorpresa e hizo a Olaf apretar el botón de pause del VHS Sony que había comprado hace ya unos años y que ahora goteaba sublime.

-¿Viste la nueva película en cartelera, querido Heinz?-Pregunto con sarcasmo evidente –Ven y siéntate aquí, a mi lado pendejo.

La habitación estaba intacta desde mi pasado despertar, pero al retroceder la cinta podía ver como la cámara de Olaf captó de un ángulo perfecto la deformación de mi cara con su golpe, si hubiera visto esto ahora hubiera sido como las Sinfonías de Mozart para un pianista novato.
Luego la cámara se prendía para dejarme ver las escaleras prontas a subir al departamento de Olaf. Como un videojuego en primera persona, posó la cámara en una repisa donde guardaba sus revistas Tattoo’s in Europe y desde ahí tomaba una vista panorámica del lugar. Luego de cerrar persianas y prender las luces que yo había apagado para ir a mi ciudad natal. Me había levantado con una mano hasta más arriba de su hombro y con suma prestancia me había mordido con tal brutalidad que me sorprendía, también había enterrado lo que parecía un machete entre mis costillas. Mientras mis gritos no encontraban auxilio, por primera vez lloré hace mucho, me vi a mi mismo destruido y sobrepasado por un pequeño de 170 cm. Y lo más triste de todo, es que mis lágrimas ya no eran de agua y sal, sino del preciado elíxir que hoy rige mi vida, y al ver la total pérdida de mi vida, caí sobre mis rodillas y puños. El suelo aún resguardaba la humedad propia de la sangre y las gotas de mis ojos no hacían más que empeorar el panorama. Miré las paredes con una mirada atónita, brutales manchas de sangre me rodeaban como si hubiera lanzado muchos globos con tinta roja ubicada con aleatoria crueldad. La tele repetía un sonido que me hubiera parecido sonar aquella vez que aplaste la cabeza de mi Némesis contra una pared, escuche el “tac” y el “toc”, si, era el cráneo de algo estrellándose y partiéndose como una sandía. Si era yo, azotando a un bebé tomado de las piernas contra la pared. Una imagen fuerte, incluso para mi en ese momento, lloré el doble y vi la calamidad que había dejado ¿Qué era lo que me estaba pasando? ¿En que me estaba convirtiendo, era un sueño? ¿Había vivido despierto todo este tiempo?

Un buen golpe de mi maestro me oriento y sacudió la cara y el pensamiento como un terremoto a la tierra.

“¿Donde has estado todo este tiempo, parásito?
Preguntó aquél que el Dragón tocó su maldita carne
Dime donde quedo aquél que juro a su propia sangre y carne
Que su cuerpo no tendría ya las raíces de la humanidad enterradas al suelo”

Mi cabeza giró, no me gustaba escucharlo, pero coseché esto ¿Quién era el? ¿Cómo lo sabía? ¿Tanto demostraba mi manera de expresarlo todo? ¿Había estado errado todo este tiempo?...

-¡Por favor ayúdame a despertar, Se que me equivoque! – Gemí y grité a lo que fuera que me estuviera escuchando, pero no tenía respuesta ¿Estaba solo?

Con el lamento quebrado en su boca
Y con la culpa mas allá de su conciencia miró a su alrededor
Donde la muerte había puesto su pesado velo
Y el olvido dejaba pisadas de sangre secas
Solo, ahí el nuevo chiquillo escuchaba.

¿Qué debo hacer? Las preguntas me destrozaban la cabeza, miraba mis tatuajes, mis perforaciones, mi cuerpo, mi ser, mi Yo, mi alma…mi todo…y recordé mi espalda, y los fierros que de ella sobresalen:

-¿Por qué? ¿Simplemente fue para cambiar? ¿Un implemento más en mi cuerpo? Sentí su roce en mis músculos -¡No! Con ellas volé, sentí el dolor, pero mezclaba ambas, el dolor y el éxtasis. Si, con ellas volé, y muy alto.

Olaf acercó su boca a mi oreja, yo estaba petrificado, pero sus palabras perforaron profundo…

“Renace como un pequeño huevo del Rey Dragón
Muere y vive por el cambio
Cambia y renace nuevamente cada día
Que cada noche es diferente, sé como la noche, chiquillo
Donde los demonios se esconden en las sombras
Y recitan al infierno su lealtad

Era la verdad, lo que estaba hecho, hecho estaba, quizás encontré lo que nunca creería que llegara ¿Y justo aquí retrocedería? No, mis cartas ya estaban tomadas y mi destino estaba literalmente tallado en mi piel y tatuado en mi alma. Sea lo que fuera que era ahora, era fuerte. Mucho más fuerte de lo que jamás podría ser, lo sentía perfectamente. Esta sensación era placentera y me hacía temblar, pero Olaf conoce mis límites…Como lo iba a defraudar justo ahora…

La rodilla del chiquillo tembló con la sed de erguirse ante este Ser
Sus manos temblaron sangrantes sobre la carroña
Donde sus encías nacía una amalgama de sabores
Sabores que jugaban con su garganta
La sed cedía, cedía como el anciano ante la Muerte

…Y me levanté, como si tuviera una piedra gigante en mi espalda, pero tenía la fuerza necesaria para cargarla. Olaf vio pasar mis ojos ante el, ahora su mirada estaba hacia arriba. Mis ojos no eran los mismos que el chiquillo que llego ebrio a su casa. Y si estaba ebrio, era ebrio de poder.

¡Renace bastardo! ¡Se el Dragón!
Deja que tus alas mojadas se sequen por el calor de tu condena
¡Monstruo y mil veces monstruo!
¡Trágate mis ofensas, pues de ellas te alimentaras, malparido!
Ahora eres la Bestia, el Asesino y el Juez
Que la misma aberración de tu ser te de la espalda,
Pues ya no eres humano

Ya nada importa. Y si estoy muerto, si soy un monstruo, heme aquí, parado con la frente en alto. Si soy la Bestia, y mientras No-viva, la representare con fervor. De Bestia nací, de Bestia me crié y de Bestia moriría. Indómito.

“Muy dentro de si mismo,
La Bestia goza por el dolor del recipiente,
Ríe por la bestialidad del hijo del Más Anciano.
La Bestia conoce la debilidad de su contendiente
Y ni la espada ni la lanza es tan poderosa como para vencer aquella debilidad
Pues la armadura de la Bestia es Absoluta”
“Se un Demonio, aliméntate y extiéndete como la malaria
Extirpa tus emociones
Los humanos aman, los Demonios empalan al amor
Los humanos se lamentan, El Demonio se regocija en el lamento:
Somos la bestialidad en su expresión máxima
Somos la carne muerta de la Lepra
Somos el llanto ahogado de la noche
Somos el silencio intranquilo antes de la batalla
Ellos son el niño desvalido en la Hoguera
Y nosotros…
¡Nosotros somos la Hoguera!”


¿…Y que dices?

Historia Anexa: Heins nace en Alemania bajo el sangriento régimen zarista Alemana, funcionando como médico y torturador bolchevique. Al terminar la guerra se esconde y comienza a hacer estudios acerca de la medicina más abrupta y el estudio del cuerpo como maquina definitiva. Cuando es abrazado por un Tzimisce moribundo tras unos cuantos años luego de la guerra, este lo comienza a examinar (el chupasangre estaba casi en letargo por las heridas y muy poca sangre quedaba en sus venas, por lo que las consecutivas muestras lo hacen caer en letargo). Su intensa búsqueda por la mejora corporal era tan abrupta y viciosa que terminó perdiendo algo el control de su poderosa mente, puesto que la tecnología no era tal en aquellos momentos.
La sangre del vástago en letargo llamó tanto su atención que termino haciendo una gran transfusión de ella convirtiendose al vampirismo y luego diabolizando a su sire sin querer ante la ola de frenesí (por eso posee Generación 2).
Al avanzar el tiempo se enlista en el Partido nacional socialista Nazi, donde, como capitan en los estudios genéticos y la Inteligencia logra poder aprender los inicios del arte de la clonación. La historia anterior, Quimera de Arcilla, es un lavado de cerebro que exigió a un compañero Sabbat para poder recordar hilar su vida a la actual era y no a la anterior (1800).
Heins VanDjik
Heins VanDjik

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